Una fantasía sobre el arte

“La belleza es verdad, la verdad belleza, esto es todo lo que sabéis en la tierra y todo lo que necesitáis saber”. John Keats
Algunas reflexiones al articulo de prensa de Rafael Argullol.
El autor en este articulo esboza una utopía de la historia del arte, es decir, se plantea y cuestiona una serie de acontecimientos que han venido delineando el sentido que ha tenido y aún tiene la historia del arte para articular relaciones verticales de poder de los estados-nacionales donde se han manejado a lo largo del tiempo las mayores cuotas de poder y la definición del sistema de valores de las sociedades occidentales, específicamente en este articulo, del continente europeo.
Este tipo de cuestionamientos enriquecen la investigación, la reflexión, el análisis y el debate en torno a los procesos que se han dado para vender a la sociedad una parte de la historia, desencadenando como consecuencia, pequeños temblores que pueden conseguir movimientos de las placas tectónicas que configuran todo el sistema donde se fundamenta nuestra historia como seres humanos.
El arte y la historia más allá de su “deber ser” como expresión de nuestra creatividad y ciencia documental, son dos fuertes herramientas de poder que han utilizado los imperios y más recientemente los estados-nacionales, para legitimar y consolidar en sus esferas sociales, la identidad y memoria de sus pueblos, pero van más allá, articulan también un discurso y una historia del silencio de las sociedades invisibles. “Hay una frontera borrosa e inquietante en la que confluyen colonialismo y coleccionismo”.
El argumento en el que se consolida la utopía de Argullol en este articulo viene dada por la reinstauración de las obras de arte a los lugares para los que fueron concebidas, para ello da una serie de ejemplos, como regresar las pinturas negras de Goya a la Quinta del Sordo. Devolver una máscara guatemalteca que se mantiene en el Museo Barbier-Mueller. Las pinturas románicas a sus iglesias de origen. El regreso a Grecia de los frisos del Partenon que se encuentran en el British Museum, etc.-
Desde de la visión del repensar la historia, la fantasía de Argullol es un argumento válido e inocente al mismo tiempo “es una fantasía útil no sólo porque intelectualmente contribuye a hacer menos rígidas y más dúctiles nuestras ideas acerca de la tradición artística, sino porque actúa sobre fenómenos del presente”.
Me parece inocente porque como el mismo lo dice, la historia del arte europea está fundamentada en “lo que el colonialista colecciono como fruto del botín, lo que el miserable vendió como fruto de la ignorancia; lo que los vencedores arrebataron a los vencidos como fruto de una no escrita ley ancestral. Al fondo, una escenografía en la que se confunden belleza, soberbia y rapiña”.
Como sociedad no quiero que me devuelvan nada, prefiero recordarle a mi pueblo, al colonialista, al ladrón, al miserable, a los vencedores y vencidos el papel que han tenido en la historia, establecer estrategias coherentes, no para contar historias paralelas a la historia que ha contado la voz del poder, simplemente quiero contar la historia que no ha sido contada desde la visión de las sociedades invisibles.
Además está demostrado que remar contracorriente es un ejercicio desgastante para cualquiera que se lo proponga, es más estimulante pensar en nuevas formas de organizar y articular los recursos patrimoniales. En una época donde los estados nacionales ya no cumplen rígidamente las funciones económicas, sociales y culturales del espacio global, es inocente pensar que las obras de arte pueden devolverse a sus lugares de origen. Dejemos de pensar en fronteras que ya no existen y pensemos que estas obras de arte ya no son sólo símbolos e iconos de una sociedad particular, han pasado a convertirse en bienes culturales globales y como tales, todos los ciudadanos del planeta deberíamos de tener acceso a ellas. Mi utopía en este caso iría por el camino de la movilidad de las obras de arte a través del mundo.
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