Dejad que los niños se acerquen a mí

Alejandro Joy Guast


Mónica es una mujer grande y corpulenta, con el pelo muy negro, los ojos grandes y tiene en su tono de voz una firmeza que le da un halo de sabiduría y poder.

Regenta desde hace un par de años el mejor restaurant de comida italiana de la ciudad “La Buona Stella”.

Tiene dos hijas y dos divorcios. Lo que tiene lo ha conseguido a base de mucho trabajo y sacrificio, suele repetir constantemente que la vida es muy corta y frágil, que la felicidad es un estado de ánimo, y que no quiere hombres para toda la vida, porque el machismo le altera su felicidad, prefiere a los amantes frecuentes que le quiten la histeria, el estres y que no le den trabajo, por favor.

Nos soliamos reunir con frecuencia. Esa noche hablabamos sobre la adolecencia en una larga sobremesa despues de una suculenta cena en el restaurant, ya que una de nuestras amigas , Adriana, tenía una hija de quince años, Juliana, que le encantaba retar a su madre y a su madre le encantaba el papel de victima.

Mónica esa noche estaba con una luz especial, no se lo que le pasaba, pero creo que esa luz le dio la energía para contarnos una historia super especial.

dejense de pendejadas, dijo, les voy a contar una historia de cuando tenía 15 años y estaba pasando por la misma situación de tú hija.

Cuando somos madres, gastamos muchísima energía tratando de ser perfectas, de dar el ejemplo, de complacer en todo lo que podemos, de ser sabias, modernas, poderosas, demo-autoritarias ó autodemocráticas, te entiendo perfectamente porque soy madre soltera igual que tú de dos hijas y estar a la altura de la situación y conseguir que sean felices, se convierte en nuestro principal objetivo.

Lo extraño es que nuestro organismo como mecanismo de defensa suele olvidarse de todas las barbaridades que nosotras mismas hicimos cuando teníamos esa edad, que son normales y fuente indiscutible de aprendizaje. O ¿todas ustedes eran unas santurronas que a los quince años no salian de sus casas? ¿A quien de ustedes a esa edad no les gustaban las fiestas, las verbenas, los matinees, ir al cine?

¿Uds. se acuerdan cuantos años tenía cuando se murió mi papaíto? Tenía 14 años. Y me imagino que se acuerdan también como vivíamos antes de su muerte y luego a los pocos años. Pasamos de tenerlo todo a no tener nada, todo fue muy rápido, mi mamá nunca había trabajado, tres hijos entre la pubertad y la adolescencia. Admiro sobretodo a mi mamá, porque de todos quizás fue ella quien peor lo paso durante esos años. Cada uno de nosotros andaba en su propio mundo.

Adriana, al igual que Juliana, a los 15 años yo iba todavía al Santísima Trinidad y también me invitaban a todos los 15 años de mi clase y además de los de la familia, los de las hijas de las amigas de mi mamá. Nuestros ahorros duraron dos años, como mucho, de verdad comencé a darme cuenta de todo cuando nos mudamos de la casa al apartamentico, ya no teníamos muchacha de servicio y dejamos de ir al club. Sin embargo, el golpe más bajo fue cuando “No” era la respuesta de mi mamá cada vez que le decía ¿Puedo ir a los 15 años de fulanita?

Y así pasaron como cuatro fiestas y no pude ir a ninguna. Hasta que Patricia, la que era mi mejor amiga de ese momento me dijo que quería que participara en su cuadrilla, eso era lo máximo ¿se acuerdan?, ensayar por las tardes los bailes con chicos, que te pusieran de pareja al que te gustaba, elegir todo con la quinceañera, los trajes, el peinado, los zapatos. La verdad es que nunca estuve dispuesta a perderme los quince años de mi mejor amiga, le dije "si Paty", cuenta conmigo; por supuesto no le conté nada a mi mamá.

No sabía de dónde iba a sacar el dinero para los tres cambios de ropa, los zapatos, el regalo y todo lo que ya sabemos que conlleva formar parte de una cuadrilla, quería trabajar o hacer algo para ganar dinero y no se me ocurría nada. Hasta que ¡Zaaaassss!, llego la fuente de iluminación en una piscinada a la que fuimos todos los de la cuadrilla un fin de semana en casa de Patricia.

Estábamos jugando la botellita, una de las reglas que puso Patricia era sin besos con lengua, Armandito que era el más pícaro, comenzó a decir cosas como: si ustedes nunca nos dan la oportunidad de besarlas jamás vamos a aprender, tenemos que verlo como un trabajo de equipo con beneficios a futuro, es importante colaborar todos en el proceso de aprender a besar y bla, bla, bla. Todas lo miramos con cara de ¿Qué te pasa? (cejas fruncidas, labios cerrados como en una sonrisa contenida, inclinación de la cabeza un poco hacia un lado y hacia abajo) y le dijimos “No, ¿Estas loco? No vamos a hacer eso, búscate unas putas y besuquéalas a ellas”.

Luego, esa misma noche, meditando en la intimidad de mi habitación con Los Hombres G a todo volumen, me di cuenta que podía resultar ser un buen negocio si lograba vender mis besos y conseguir el silencio de los niñatos de la cuadrilla. No había besado a nadie, pero ellos tampoco, así que aprenderíamos todos.

Al siguiente ensayo, le dije a Roberto, mi pareja de la cuadrilla, que necesitaba hablar con él y Armando después del ensayo, que por favor me acompañaran caminando hasta mi casa. Y así fue, me acompañaron y les explique toda la historia, que no tenía dinero y que necesitaba ahorrar para la fiesta de Paty, fui directa y no les di oportunidad de hacerse “casi” ninguna pregunta, solo regatearon el precio, pero hasta eso ya lo tenía previsto, les dije 10 Bs y ellos se asustaron, dijeron ¿quéeeee? No, mejor 5bs, es imposible, les dije, 7 bs y es mi último precio. Hecho. Decidimos que era un secreto, que todos vendrían con la boca limpia y si era posible masticar un chicle antes del beso. Quedaríamos todos los miércoles (que no había cuadrilla) en la casa abandonada que estaba en la entrada de mi urbanización a las 3 de la tarde y el beso duraría como máximo 5 segundos, yo los esperaría a uno por uno en una de las habitaciones y el resto tendrían que esperar fuera.

Vendí mis besos durante un mes y reuní el dinero que necesitaba, la única que sabia esta historia a demás de mis chicos era Paty, a ella se lo conté para que si era necesario le dijera a mi mamá que su familia me pagaba todos los gastos de la cuadrilla, ya que esa era la historia que le había contado, pero ella estaba tan deprimida todavía por lo de mi papá que nunca se dio cuenta de lo que había pasado. La fiesta fue lo mejor, me lo pase buenísimo. Íbamos todas preciosas, con vestidos vaporosos en blanco roto y morado, el vals perfecto y el rock and roll lo vivimos como nuestro útimo baile juntos, todo el colegio hablo de esa fiesta hasta mucho tiempo después y nadie me grita puta por la calle, de hecho quiero muchísimo a mis 20 chicos y ello vienen siempre a comer con sus familias al restaurant. Así que no te preocupes amiga. Tú y tú bebe de quince años sobrevivirán.








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