Maestros en mi cocina II
Hace poco tiempo descubrí una serie documental
francesa “Fourchette et
sac à dos” y estoy enganchada. Tienen a una presentadora guapa y
simpática “Julie Andreu” que viaja alrededor del mundo para descubrir no sólo
lo mejor, si no lo más auténtico, autóctono, tradicional de la cocina de los
cinco continentes.
Va descubriendo la cocina de cada país a través de las
ciudades con mayor tradición culinaria, se pasea por los mercados municipales,
de agricultores, busca los fundamentos de la cocina a partir del encuentro con
los pequeños trabajadores de la tierra, el mar y los ríos, eso le permite
identificar la esencia de la cocina, las materias primas.
Y a partir de allí, se cuela en la cocina de familias de
cada ciudad, donde aprende de la mano sobre todo de mujeres, como mi madre o
mis abuelas, a transformar esos productos básicos de alta calidad, en platos
tradicionales que han pasado de generación en generación, construyendo de esta
manera el imaginario colectivo de una ciudad, una región y muchas veces hasta
de un país, a través de sabores, colores y olores.
Y este post viene a cuento, por un simple
comentario, dicho con simpleza, humildad y una contundencia que ha marcado mi
alma y corazón.
Julie estaba en la Isla de Salina, al Sur de Italia y fue
a visitar a Rosa una Yaya que hace una especie de raviolis con una masa dulce
rellenos con una pasta de almendras, la verdad no me quede con el nombre del
dulce, pero puedo dar fe que visualmente eran obras de arte, hechas con pasión
y amor. Julie le preguntó: ¿Rosa, eres la única en Salina que hace estos
raviolis dulces? Rosa, la miró a la cara y le dijo con serenidad: No, hay mucha
gente que lo hace, pero yo tengo algunos ingredientes que los demás no tienen.
Si,
¿Y cuales son esos ingredientes? Le preguntó Julie
- Son
cinco. Dijo Rosa:
1.- Tiempo
2.- Pasión
3.- Paciencia
4.- Buena
Voluntad
5.- Fantasía
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