Maestrxs en mi cocina I

 

Corría el primer trimestre de 1996 cuando me toco salir de lo que en ese momento era, mi cutre ciudad (Ciudad Bolívar) para empezar una nueva vida de autonomía y libertad en la capital, Caracas.
Los deseos de cualquier adolescente tardía se hacían realidad: podría salir y entrar de la residencia e ir a fiestas, sin tener que dar explicaciones, iba a gestionar mi tiempo de estudios, con el de ocio, el dinero, no tendría que escuchar a mis padres ni a mis hermanos. ¡Iba al paraiso! Estaba a punto de vivir en mi " Jersey Shore" particular.
Lo que no piensas cuando tienes 18 años y estas a punto de mudarte  sóla a la ciudad más importante de tú país, es que la autonomía incluye, lavarse la ropa, limpiar, comprar y cocinar la comida, y ademas tener que lidiar con 22 mujeres en un penthouse.
En mi vida dependiente, mi madre siempre cocinó, ella es una mujer con mucho temple y energía, pero la cocina de rutina la quemó, la verdad no era muy creativa en su cocina cotidiana, sin embargo, cuando se trata de hacer platos especiales le gusta lucirse.
Mis otros referentes culinarios son mis abuelas: la paterna es una española que trabajó toda su vida y nunca cocinó hasta que emigró a Venezuela con cuarenta años, sin embargo, ella con su maravillosa didáctica, me enseñó algunas recetas y muchos sabores españoles, hacia cinco o seis platos, pero le quedaban de vicio, a ella le debo mis súper power: tortilla de patatas, macarrones con tomate y jamón, la coca de San Juan, el pollo con patatas, las judías con patatas.
Mi abuela materna, es más venezolana que la arepa, su sazón es única y aunque cocina muy rico, es poco didáctica, no le gustan que estén en la cocina mientras ella practica la alquimia y cuando le pides una receta dice: le echas cebolla, ají dulce, ajo, cilantro, lo mezclas todo y listo. Si abuela, pero dime ¿Cuánto le hecho? ¡Ay hija! Un poquito de todo. Replica. Mi abuela hace el mejor dulce de lechosa del mundo mundial, lo pienso y se me hace agua la boca, tiene la capacidad de que le quede una capa firme a los trozos de la lechosa y por dentro es una crema de fruta perfecta y el caramelo es dorado y fluido. Los frijoles, las arepas dulces, las hallacas, las caraotas, el papelón con limón.
En fin, tuve durante mi infancia una amplia gama de mujeres que me mostraron, sin saberlo (ni ellas ni yo) su capacidad para descubrir un lenguaje a través de la comida.
Si tuviera que mencionar un par de mujeres más, mencionaría a mi tía política Marión, una francesa que le gusta la cocina de momentos especiales y a la mamá de Susana, una amiga de toda la vida con raíces musulmanas. Hay platos de estas dos mujeres que aún no puedo olvidar.
Los primeros seis meses de mi vida autónoma, no me salí de los esquemas culinarios heredados, mis principios alimentarios eran: rápido, fácil y económico. Si puedes comer todos los días en el comedor de la universidad, mejor!
Pero luego llego Maru, una compañera de residencia y de carrera. Con ella re-descubrí la cocina como discurso. En ese momento el papel de la alimentación en mi vida cambio para siempre. Maru es una apasionada de comer, pero comer bien, rico, comida “Slow Food”.
A partir de ese momento hasta hoy, la cocina ha cobrado otra dimensión, que cada día crece, se desarrolla y se transforma, incorporando en el camino a muchxs maestros, tanto profesionales, como del cotidiano. En mi actual situación personal, la cocina representa el canal por donde dejo fluir mi creatividad.
Pero no se trata sólo de creatividad, es una responsabilidad alimentar de manera sana, equilibrada y consciente a una familia. Mostrarles diversidad, pasión, diversión, simplicidad,  imaginación y sabor, ¡es todo un reto!.

Comentarios

g. lo ha dicho que…
Uy me encanta este tema... me declaro fan de la cocina buena, practica y creativa. Echale un ojito a la ensalada cruda de calabacines q publiqué en estos dias... rica! :-P
Ángeles Navarro ha dicho que…
Ehhh gracias por el comentario!!!!dónde esta esa ensalada? un besito

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